lunes, 9 de mayo de 2016

¿Por qué no puedo tomar una sola galleta y parar?


¿Por qué no puedo tomar una sola galleta y parar?
No se culpe: los motivos por los que le gusta tanto el dulce tienen que ver con la genética o incluso la edad

Tartas, bollos, galletas, pasteles… ¿Se siente incapaz de pasar por delante de una pastelería y no entrar a comprarse un dulce? ¿Jamás rechaza un trozo de pastel o un helado como postre, por muy lleno que esté? ¿Se atiborra a chocolate en cuanto se pone nervioso? No se sienta culpable. Ese afán por el dulce se debe a diversos motivos y no todos dependen de usted.

Lo dictan los genes

Biológicamente, estamos predispuestos a que nos guste más lo dulce que lo amargo porque nuestros antepasados probaban semillas, raíces y frutos para saber qué podían comer y qué no y aprendieron a relacionar el dulzor con los alimentos sanos (indicaba que estaban maduros) y el amargor con los alimentos tóxicos y/o en mal estado. De este modo, apostar por lo dulce y dejarse llevar por su instinto de supervivencia se convirtió en su método más fiable para salir adelante, según explica el psicólogo de la Universidad de Newcastle John Prescott en su libro Why we like the foods we do?

A estos motivos, se suma que a lo largo de toda la infancia, para poder crecer, también necesitamos comer alimentos azucarados. Así lo afirma el doctor Adam Drewnowski, director del Centro de Obesidad de la Universidad de Washington (EE UU), en su artículo Lo dulce y la preferencia por los alimentos, publicado en la revista The Journal of Nutrition en 2012, quien añade: "La respuesta de placer ante un sabor dulce es universal. Se ha observado en distintos países y culturas". Este autor, al igual que Prescott, documenta, además, que ya en la edad adulta nos dejamos llevar por el bello recuerdo de un consumo elevado de hidratos de carbono tan necesario, en aquellos años, para reponer energía.

Por último, somos golosos "per se", porque nuestro organismo está especialmente preparado para detectar el sabor dulce. Lo confirma un estudio llevado a cabo por científicos del Centro Monell, de Filadelfia (Pensilvania, EE UU), dedicado a investigar el funcionamiento del olfato y el gusto. Según dicho ensayo, publicado en 2011 en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), las papilas gustativas cuentan con una cantidad muy variada de detectores del azúcar. Dicho de otro modo: disponemos de muchas más vías para reconocer y disfrutar de este sabor que del resto.

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OPINIÓN: El dulce nos atrae más porque lo identificamos con lo sano, lo maduro y las sensaciones gratas que nos provoca. Sin embargo, lo amargo nos produce más rechazo, ya que, lo identificamos con etapas de nuestra vida menos agradables en las que hemos tenido que adaptarnos como personas  y nos ha condicionado en nuestra alimentación, por supervivencia, entre otras cosas. Así, hablamos de que afecta a nuestra genética, pero también lo relacionamos con la edad, puesto que tenemos más disposición a los 
alimentos dulces,esto desemboca en obesidad infantil, diabetes, problemas metabólicos,...

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