viernes, 8 de marzo de 2019

HISTORIA DEL CARNAVAL DE CADIZ



El Carnaval de Cádiz es uno de los más famosos de España considerado como fiesta de interés turístico internacional. Todos los años y durante los meses de enero y febrero se celebra en el Gran Teatro Falla el Concurso de Agrupaciones del Carnaval.


Su principal significación es que autoriza la satisfacción de todos los apetitos que la moral cristiana, por medio de la Cuaresma, refrena acto seguido. Pero al dejarlos expansionarse durante un periodo más o menos largo, la moral cristiana reconoce también los derechos de la carne, la carnalidad. El Carnaval encuentra así, además de su significación social y psicológica, su función equilibradora en todos los aspectos. Y todo pese a que en 1523, Carlos I había prohibido totalmente las máscaras.

Pero sin duda con el transcurso del tiempo distintos aspectos se han ido marcando con mayor profundidad hasta alcanzar en Cádiz una fiesta distinta. En el proceso de su propia definición, el Carnaval gaditano toma peculiaridades del italiano, explicable por la influencia fundamentalmente genovesa que Cádiz conoció desde el siglo XV, tras el desplazamiento hacia el Mediterráneo de los turcos, los comerciantes italianos se trasladan a Occidente, encontrando en Cádiz un lugar de asentamiento perfectamente comunicado con los objetivos comerciales que los genoveses buscaban: el norte y centro de África. Los antifaces, las caretas, las serpentinas, los papelillos (confeti) son otros tantos elementos que se asimilaron del carnaval italiano.


Las primeras referencias documentadas a la celebración del carnaval que conocemos hasta ahora, se encuentran en la obra del historiador gaditano Agustín de Horozco. Datan de finales del siglo XVI, expone que en tiempos de carnaval, las gaditanas arrancaban las flores de las macetas para lanzárselas unos a otros a modo de broma.


Del siglo XVII también existen referencias, un documento de 1636 reconoce la impotencia del poder civil ante la celebración popular y una carta del General Mencos fechada en Cádiz a 7 de febrero de 1652 se queja de que los trabajadores gaditanos se negaban a reparar su barco por estar en Carnestolendas. También se tiene constancia de los hechos acontecidos en 1678, año en el que se acusó al clérigo Nicolás Aznar de mantener relaciones adúlteras con una tal Antonia Gil Morena, a la que había conocido durante los carnavales


A partir del siglo XVIII se reiteran frecuentemente las órdenes intentando desterrar el Carnaval. En 1716 se prohibieron los bailes de máscaras por orden de la Corona, prohibiciones que se repitieron a lo largo de todo este siglo. A pesar de todo, existen testimonios que pueden confirmar que el desacato de las órdenes era bastante notable. En el carnaval de 1776 se cometieron excesos en el convento de Santa María y en el de Nuestra Señora de la Candelaria, lo que provocó escándalos en la ciudad. Este mismo año visita la ciudad el viajero británico Henry Swinburne, que dejó testimonio sobre las celebraciones carnavalescas de los gaditanos.

Los carnavales continuaron en este siglo y se celebraron incluso durante el asedo francés y el reinado de Fernando VII. Otro de los intentos por prohibir los carnavales, fue el bando municipal del 20 de febrero de 1816 en el que se prohíbe de manera total la celebración de las fiestas carnavalescas, pero esta medida no tuvo ningún éxito.
La primera agrupación de la madre de fargas que se tiene constancia es Cuadrilla de gallegos, que data del año 1821. Durante aquel año el gobernador de Cádiz, Cayetano Valdés, dio el visto bueno para la celebración de un máximo de seis bailes públicos de disfraces y máscaras. Estos bailes fueron regidos por un estricto reglamento para evitar los excesos. Este carnaval tuvo que ser uno de los mejores de la época, porque no se produjeron disturbios.
El bando municipal 30 de enero de 1833 bando a cargo del gobernador José Manso, también especificaba las restricciones y como novedad aquello que estaba permitido. En el bando del 4 de febrero de 1834 por Pedro Nolasco, recuerda a bandos anteriores, pero destaca la no prohibición de las máscaras.
De mediados de este siglo proviene la costumbre gaditana de pedir alguna invitación o monedas por parte de las agrupaciones tras cantar sus coplas. En 1861 el alcalde Juan Valverde ordena que se dote con una partida de 30 000 reales de vellón con el fin de iniciar una reforma en el carnaval. Esta tutela por parte del ayuntamiento continúa hasta nuestros días. El objetivo de esta era erradicar las malas costumbres que daban una mala imagen de la ciudad y de los gaditanos. Los bandos siguieron recordando, año tras año, a los ciudadanos las diferentes normas de comportamiento.
En 1884, el alcalde Eduardo Genovés Puig, publicó un edicto en el que volvería a repetir las restricciones ya conocidas, y añadió la obligación de las agrupaciones participantes en los carnavales a presentar previamente las coplas que cantarían durante las fiestas. Las agrupaciones conseguían así una licencia para poder salir por las calles y solo interpretarían aquellas que fueran autorizadas, es el primer antecedente de censura en el carnaval de Cádiz. Gracias a esta decisión del ayuntamiento, desde este año se conocen los nombres de las agrupaciones, el número de componentes y sobre todo se conservan las letras de las coplas.
Es en esta época cuando Cádiz influye de sobremanera en otro carnaval andaluz, el de Isla Cristina, gracias a los intereses comerciales mutuos en el negocio conservero, cuando empresarios isleños crean colonias comerciales en la costa de Cádiz y ésta da su impronta cultural al carnaval de Isla Cristina. 
 
Los coros alcanzan su primera madurez a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, con la participación de Antonio Rodríguez Martínez, el tío de la tiza. Sus coros más recordados son Los claveles (1896) y Los anticuarios (1905). De este último es recordado el tango de los duros antiguos que es hoy día el himno oficioso del carnaval de Cádiz.
El periodo entre 1920 y 1936, abarca un periodo de madurez de las agrupaciones. En éste podemos situar a Manuel López Cañamaque, autor más prolífico del carnaval junto a Agustín González, El Chimenea. Los carnavales de 1936 fueron los últimos que se celebraron antes del comienzo de la Guerra Civil, porque esta comenzó el 18 de julio. Durante la guerra, el 5 de febrero de 1937 se publica el boletín oficial del estado que dos días antes había firmado el gobernador general Luis Valdés, en este se prohibía la celebración del carnaval. El 12 de enero, se publica una nueva orden manteniendo definitivamente la prohibición. En Cádiz, sin embargo, la prohibición no llegó a ser tal y los nostálgicos de la fiesta la seguían celebrando a escondidas. La situación política del momento, no era lo más idóneo dar mucha publicidad a lo que realizaban. Este paréntesis en el carnaval de Cádiz duraría hasta 1948.
Paradójicamente, el Carnaval de Cádiz resucitó gracias al sufrimiento provocado por la explosión del depósito de minas de San Severiano, ocurrida en 1947. Vistió a Cádiz de luto y llevó la tristeza a la ciudad de la alegría. Tanto, que el gobernador civil, Carlos María Rodríguez de Valcárcel, pensó que había que levantar los ánimos. Los viejos carnavaleros le habían mostrado su deseo de volver a sacar un corito en alguna velada de verano. Y tras escuchar los tangos de los coros Piñata Gaditana grupo aglutinado por José Macías Retes y Los Chisperos, no encontró motivos para no permitir de nuevo la celebración de las fiestas. Así fue cómo se permitió, fuera del Carnaval, en las fiestas del verano, que aquellos coros de veteranos volvieran a cantar viejos tangos. Había garantías políticas. Entre los coristas figuraba Joaquín Fernández Garaboa, el Quini


Y tanto levantaron los caídos ánimos de Cádiz los coristas con sus viejos tangos de Los Claveles, y tanto gustó el género a Rodríguez de Valcárcel, que el gobernador se las ingenió para recoger el sentir popular, apoyar la iniciativa municipal y conseguir que el gobierno de Madrid permitiera una resurrección del Carnaval según la ideología dominante. El espíritu de la ciudad se impuso de tal forma que fue disfrazado el propio Carnaval, con el tipo ocasional de Fiestas Típicas Gaditanas. A los coros se les consentía salir, pero poco menos que en la estética de coros y danzas. Por supuesto que sin máscaras en la calle y sin disfraces en el pueblo, sólo en las agrupaciones. En el dirigismo cultural de la época, fueron unas fiestas más del Ayuntamiento que del pueblo, que las insertó en una estética entre juegos florales y fiesta de la vendimia, con reina de las fiestas, que era siempre la hija de un ministro, y cabalgatas como las que don José León de Carranza, el gran impulsor, junto con el concejal Vicente del Moral, había visto en Niza.

Gracias a las Fiestas Típicas el Carnaval se salvó y vivió una de sus etapas de mayor esplendor. Paco Alba, fue el gran exponente de este período superando en calidad al Carnaval anterior a la guerra. Se produjo la universalización del Carnaval, con agrupaciones que gustaron a toda España e Hispanoamérica, sobre todo se recuerda a los Los Beatles de Cádiz (Los escarabajos trillizos) de Enrique Villegas Vélez, que en Cádiz ganó el segundo premio de comparsas en 1965 tras Los hombres del mar de Paco Alba. En 1967 se produjo el traslado de las fiestas al mes de mayo, organizando una auténtica feria, con casetas incluidas. Desde 1973, los cuartetos participaron en el concurso oficial de agrupaciones. En 1975 se produjo un hecho histórico en el concurso, la chirigota de Paco Alba, Los belloteros ganó el primer premio pero en la categoría de comparsas junto a Los napolitanos de Pedro Romero Varo. Esta decisión no agradó al aficionado, pero este suceso fue lo que originó que se considerara a Paco Alba el inventor de la comparsa actual. El 6 de junio de 1976, se celebraron las últimas Fiestas Típicas Gaditanas, para el año siguiente se volvió a febrero y a la denominación de carnavales.
El 15 de febrero de 1977, es la primera fecha del carnaval democrático o en libertad. De este año destaca el coro Los dedócratas, fundamental en la transición de las fiestas típicas gaditanas a carnaval y en la recuperación del coro.

Como no podía ser de otro modo, con la idiosincrasia de los gaditanos, el 5 de febrero de 1978 a las cinco y cuarto de la tarde comenzó el entierro de las Fiestas Típicas Gaditanas. Acto auspiciado por el coro La guillotina, sucesor de Los dedócratas. Encabezaba el desfile fúnebre, que revistió la mayor seriedad por parte de sus participantes, una pancarta con la inscripción: «Entierro de las Fiestas Típicas R.I.P. ¡Ya era hora!», portada por dos miembros del coro vestidos de ciudadanos de la Revolución francesa.
Seguían dos tambores que, durante toda la marcha estuvieron sonando con redoble a la funerala. También dos miembros del coro que portaban una especie de incensario, uno, y otro un mortero de cocina a modo de hisopo. Después, cuatro verdugos portaban el féretro, sobre el que se colocó el martillito clásico de las antiguas fiestas, sobre la inscripción R.I.P. la caja llevaba adosada a ambos lados seis coronas fúnebres, con las inscripciones: «Un concejal in memoriam», «Vicente no te olvida», «Pepiño con amor», «El látigo Macareno», «De tus amigas las casetas» y «El Quini no sabe si olvidarte». Cuatro soldados de la revolución, con las bayonetas a la funerala acompañaban a la caja. Seguían el duelo mujeres de riguroso luto, que estuvieron llorando todo el trayecto, portando algunas de ellas velas. Inmediatamente después marchaba un prelado, el director del coro patrocinador del acto y tres representantes de las autoridades. Los músicos de la agrupación formaban tras ellos, interpretando con sus pitos marchas fúnebres y sones de Carnaval. Eran seguidos por el resto del coro y por un grupo bastantes numeroso de máscaras. Cuatro soldados cerraban el desfile.

Numeroso público se congregó para ver pasar el entierro, aplaudiendo en ocasiones y demostrando su aceptación a la idea de La guillotina. Los espectadores rieron con ganas, comentándose que el cortejo corresponde a lo que debe ser el Carnaval y también mostrando su solidaridad con el motivo de la marcha: enterrar aquellas Fiestas Típicas Gaditanas, que no eran ni lo uno ni lo otro.

En 1981, llega la televisión al concurso retransmitiendo parte de la final. En 1982, se unifican la categoría provincial y local. En 1984, la Fundación Gaditana del Carnaval (FGC), Organismo Autónomo del Ayuntamiento de Cádiz, recibió por acuerdo del mismo, la competencia de organizar, dirigir, programar, encauzar, administrar y ejecutar los carnavales de la ciudad. En el mismo año, se presentan al concurso 111 agrupaciones superándose por primera vez la centena de grupos participantes, de la que nunca se ha bajado hasta ahora.