El
mundo es tremendamente injusto y la riqueza está muy mal repartida, pero ¿por
qué digo esto? El planeta tierra es muy grande y a menos que viajemos mucho o
tengamos un conocimiento general de él, y de sus gentes, muchas veces no vemos,
o no queremos ver, más allá de nuestras narices, de nuestro pequeño día a día.
Sólo nos importa nuestro trabajo, si lo tenemos, y lo que vamos a hacer este
finde para pasarlo lo mejor posible antes de sumergirnos otra vez en nuestras
obligaciones. En fin, lo que quiero decir es que debemos aprovechar y disfrutar
lo máximo posible nuestro tiempo porque es finito. Tiene fecha de caducidad y,
a veces, no lo aprovechamos al máximo. Nuestros genes están programados por un
tiempo determinado. En los electrodomésticos se llama obsolescencia programada,
y está claro, porque obviamente a todos nos llegará, que la última enfermedad
es la peor. Por eso es importante cuidarnos, no para vivir muchos años, que
también, sino para que esos años de vida que disfrutamos los vivamos con una
cierta calidad de vida.
Si
queremos hacer voluntariamente el gesto de levantar la cabeza y alzar los ojos
hacia el horizonte, podremos ver otras realidades, además de la nuestra y de la
de los que nos rodean, al fin y al cabo una mota en el espacio infinito. Y esto
implica comprometernos, salir de nuestro espacio de confort, “molestarnos”
en conocer a otras personas y sus problemas, pero también su júbilo y
alegría. Porque eso es compartir; vivir con los demás penas y alegrías. No todo
en la vida es jiji jaja. La vida se
compone de momentos alegres y otros tristes y tenemos que intentar buscar los
primeros, porque los segundos ya llegan por sí solos.
En
el ancho y basto mundo hay muchas realidades, y no todas alegres o con final
feliz. Sólo hay que escuchar un poco las noticias para percatarnos de ello. Y
si lo pensáis un poco a lo mejor tenéis más cerca de lo que creéis a alguien
que necesita de vuestra ayuda; que necesita que compartamos sus penas y
alegrías.
Con
esto de la crisis, que no olvidemos que ha sido a nivel mundial, por eso de la
globalización, ha habido muchos casos perentorios en los que fijarnos. Familias
que han perdido sus casas, personas que no han encontrado trabajo en mucho
tiempo; otras que lo tenían y lo han perdido; jóvenes “condenados” a vivir con sus padres una
segunda juventud, por utilizar un eufemismo, porque no pueden formar su propio
núcleo familiar o simplemente independizarse; otros que han tenido que dejarlo
todo e irse fuera. Eso los menos afortunados porque los más afortunados con
trabajos precarios y cobrando poco más que el salario mínimo. Así están las
cosas a nivel laboral, pero si rascáis un poco más imaginaros el que sufre una
situación así y además padece o sufre una enfermedad ya sea física o mental.
Combinaciones hay mil.
Las
desigualdades son más visibles ahora que antes de la crisis. Y tampoco ayuda
como está el panorama español con tanta corruptela y tanto chorizo; porque se
lo están llevando ante nuestras narices y lo jodido es que no movemos un dedo.
Mucha tertulia en los bares y terrazas con la cerveza o el Martini en la mano
pero en el fondo a verlas venir. No movemos un esparto. Y quien lo tiene que
hacer que son los jueces pues están politizados. Eso sí la Pantoja en la cárcel, para
dar ejemplo, pero el Pujol y compañía, pues ya veis la doble vara de medir. Y
claro te enojas, te cabreas, te dices: que injusto es esto de la vida, “unos
tanto y otros tan poco”.
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