LAS GAVIOTAS

Comicios de noviembre y todavía calor, ¡Bah! ¡Qué rabia! Miré por el balcón era sino mal recuerdo día 12, pero el caso que ahí estaban ellas “LAS GAVIOTAS”, las cuales, supuestamente tenían algo importante que anunciarnos. Dirigí mi mirada hacia el balcón divisando el cielo azul. Por ahí iban tan juntas y apretadas  de diez a quince, quizás más. El día había cambiado, pues esa tarde presagiaba frío y quién sabe si algunas gotas de agua como si de un rocío se tratasen  pero más generalizado, en la ciudad no en el campo. Al siguiente día,  salí para dar una vuelta, y, de la noche a la mañana me encontré con la manga larga de vestir, en vez de la tan presumiblemente camiseta corta que llevaba en el día de ayer. Y es que hemos pasado del calor al frío en tan solo un día. Aunque antes iba dando breves señas de que podía cambiar sin más. Lo curioso que al siguiente día llovió, moderada o ligeramente, pero llovió. Y cómo no, las gaviotas de los mares del sur que suelen adornar nuestro puerto con su presencia haciendo las delicias en la visión de los extranjeros, pues estas suelen estar en donde impera la costa azulada. Nos suelen dar cierto toque de distinción señorial y más exótica. Así como la ciudad esperaba o el pueblo pesquero deseaba, nos alarmó con su vuelo en arrullados grupos que llegaría el frío. Quizás nos avisaron de que se acercaba  las dichosas lluvias para este mes y que ya estaba bien de tanto calor.

Ellas con su cuerpo blanco y grisáceo, aquel grasiento, empapado y pulido en los días de lluvia. Plumaje hermoso y delicado pero sucio cuando hay escasez de agua, demostraban que esta estación variaba en corto período de tiempo. Recuerdo que hace unos años eran las golondrinas las que nos comunicaban semejante cambio estacional, pero ahora parece ser que son estas aves las que nos traen tan arrollador panorama. Así solo cabe preguntarse: No volverán, ¿las golondrinas? Volverán las blancas gaviotas, todas ellas a surcar el Alto Cielo y el ancho Mar, de nuestra tres veces milenaria ciudad.