lunes, 13 de mayo de 2013

PILLAJE EN LA CALLE

Como era de esperar tan solo hace dos días (30-04-2013) mi madre, inocente la pobre me dijo: sácame cita para sacar las medicinas, a lo que yo con mi ordenador portátil en mano no tuve objeción de hacerlo. Luego me darían la cita para ciertas horas mañaneras del día 9:18 horas. Ésta para poder entrar primera por si la doctora llamaba de esas casualidades antes, se fue con tiempo. Y ¡VOILÁ! He aquí lo que le pasó estando ya afuera en la calle, sobre la misma puerta del ambulatorio un inmigrante marroquí que parecía tambalearse, o al menos por los tumbos, eso aparentaba o quizás era una treta del mismo, se acercó hasta mi madre hablando solo, le puso su mano sobre el cuello y tiró fuertemente llevándose la cadena de oro con la foto recordatorio de jóvenes de mi padre y ella que tenía grabada desde hace 17 años. Todo el tiempo que lleva mi padre muerto. Era un recuerdo especial, pero ni eso les impide a estos desalmados hacer de las suyas, sean de donde sean. Con tanta crisis no hay derecho a que la gente vaya por ahí esperando el momento en el que no hay casi nadie cerca del lugar del delito o crimen para cometerlo. Y es que está muy bien que la sociedad extranjera quiera estar integrada, pero lo primero que se comporten porque esto no es Marruecos y si lo fuera ya habrían dado con él las autoridades y no para bien. No todos los españoles somos racistas, pero cuando me dicen que no me meta en temas tan controvertidos, solo lo hago si hay un motivo y no para insultar ni ofender a nadie solo expresarme, haciendo uso de mi libertad de opinión. Pues, a veces, no hay derecho a que nos tengamos que callar ante evidencias claras. Y si a esto hay derecho que nos hagan, nada más nos tendremos que defender dándoles bolsazos, a ser posible con la BLACKBERRY dentro del mismo. Esta crisis está disparando la desconfianza entre los ciudadanos, en algunos casos, y es que si te pasa una vez, ya vas con el miedo todo el tiempo, por si cae una segunda vez, nunca se sabe. Aunque se entiende que si lo necesitaba para comer, tampoco es como para denunciarlo, pero sí ante una posible segunda vez, no somos ninguno de nosotros las Hermanitas de la Misericordia, ni Cáritas; que, por cierto, he oído que ahora atienden al mismo número de españoles que de extranjeros en sus dependencias.

¡Ten mucho cuidado, con lo que llevas cuando salgas a la calle! ¡No te pongas oro! España me recuerda a los tiempos de “El Buscón de Quevedo” o “El Lazarillo de Tormes” la picaresca está servida en las calles.



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