lunes, 20 de mayo de 2013

EL EGOCENTRISMO DEL MUNDO


LA TIERRA: DE EGOCENTRICA A INSIGNIFICANTE (1ª PARTE).

En la prehistoria, nuestra especie, el Homo Sapiens, aprendió a manejar y rendir culto al fuego.
Ya que ello le protegía de los animales feroces, y también con ello quemaban terrenos para el pastoreo de los animales domesticados.
Cuando llegó la Edad de los Metales, y el fuego fue vital para fabricar bronce, modelar hierro y otros metales. Ya, el fuego no era tan sagrado.

Cuando los hombres primitivos empezaron a hacer linajes y a agruparse en pequeños grupos con otros linajes, creando con el tiempo aldeas primero, pueblos después y en ciudades por último, nacieron las  primeras civilizaciones como Egipto, Babilonia, la Azteca, Maya o Inca en América, la del Indo en Asia central y en el lejano oriente la China.
Llegaron a tener su propia capital y regímenes estatales. Cada uno según su cultura.
Pero compartían algo; el culto religioso.

Sobre el año 6.500 a.C., estas civilizaciones reconocían a los Astros del cielo como Dioses. Descubrieron los cinco primeros planetas (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno) y rendían culto al Sol y La Luna y a las demás estrellas las  consideraban como simples manchas blancas de dos dimensiones.
Gracias a este culto, aprendieron a manejar, con la ciencia que conocían, calendarios astronómicos, incluso algunos muy complejos.
Nació la Astrología. De ella dependía sus cosechas, sus épocas de caza y pesca, y su forma de vida del hombre en general en este planeta. La Tierra.

Estas civilizaciones empezaron a creer que La Tierra era el centro de todo y más allá estaba el Abismo. Sobre todo creían que el Sol, La Luna, los planetas y las estrellas eran círculos celestes girando alrededor de ella.

También creyeron que la oscuridad de la noche era, el Universo egocéntricamente terrenal como una oscura pared que no se podía cruzar.

En la segunda parte de este artículo hablaremos de la civilización más culta del mundo antiguo. Grecia. Será todo un placer leerlo y atractivo.  
       



Escrito por Pedro Librero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario