Víctor Pérez Sola: "El
deporte profesional abona las enfermedades mentales"
El ex guardameta azulgrana Robert Enke,
el brasileño Marcelo Da Silva Moco jugador del Parndorf austríaco, los ex
ciclistas Luca Gelfi y Agustín Sagasti, junto al belga Dimitri de Feeuw forman
parte de las estadísticas de la Unión Europea del 2009. Ellos, todos, han sido
deportistas de elite como en su día lo fueron Jesús Rollán o Luis Ocaña.
El doctor Víctor Pérez Sola recuerda
que el suicidio es la segunda causa de muerte en Catalunya entre los 18 y los
42 años, sólo superada por los accidentes de tráfico. Por cada caso hay 20 o 25
que lo intentan. En la unidad que dirige son atendidos una media de cuatro
pacientes diarios.
"Estamos ante un mal de la
sociedad. Y el deporte de elite forma parte de esa sociedad. La gente que se
suicida o lo intenta llega a este extremo porque está sufriendo. Y sufre mucho.
Detrás de la mayoría de los casos, en el noventa por ciento, hay una enfermedad
mental.
Las causas más frecuentes son la
depresión, el alcohol y la psicosis. Lógicamente hablamos de gente joven, que
está tremendamente presionada, que vive con un nivel de estrés altísimo. Si
además tienen antecedentes familiares o una enfermedad mental el riesgo aumenta.
Vivir o sentirse solo, padecer estrés, consumir tóxicos, tener armas a tu
alcance son factores que agravan la situación".
Enke había llegado a la cima. Por fin había
conseguido ser el guardameta de la selección alemana...
Cuando a un enfermo por depresión se le
da una buena noticia o cuando consigue un hito vital entonces aparecen ideas de
culpa. Creen que no van a ser capaces de hacer lo que los demás piensan que hay
que hacer y surgen conductas de este tipo. Enke hacía años que estaba en
tratamiento.
Sólo su esposa y su psiquiatra conocían
la situación real.
Muchos enfermos, la mayoría, se
esconden. Y las familias también esconden estos comportamientos. Es normal que
no lo supieran en su entorno.
¿La exigencia de la competición puede llegar a
crear depresiones o estados de angustia radicales?
Sin duda, no sólo en los deportistas,
sino en todos los profesionales. Cuando creen que no podrán satisfacer la
demanda que se les presenta proliferan los estados de ansiedad y de depresión.
De ahí al siguiente paso sólo va el hecho de que la sintomatología sea
suficientemente importante, que se produzca un acontecimiento vital agudo que
les haga desesperarse. La inmensa mayoría de los enfermos que se quitan la vida
se lo había dicho a la familia o había acudido al médico previamente, pero
desde que deciden acabar con su vida pasan horas o minutos. La mayoría de las
veces es un cortocircuito muy difícil de prever.
Usted se imagina ser segundo tercero o cuarto
durante años. ¿Eso puede ser excesivo para la mente de un deportista que sólo
se prepara para ganar?
¿Cuántos segundos hay en la vida? Eso
no es lo determinante, sino la personalidad del sujeto y la posible enfermedad
mental que pueda padecer. Detrás de un suicidio hay muchos factores, tanto de
predisposición como de acontecimientos vitales. No estamos ante una conducta
simple.
¿Nos hemos olvidado de que un deportista,
además de tener una estructura muscular a la que rinde culto, también tiene una
psique que en demasiadas ocasiones no está preparada para sufrir?
Cada vez hay más deportistas que tienen
a su lado preparadores psíquicos para afrontar mejor la presión. Vemos como
ciclistas, atletas o tenistas cambian la forma de afrontar sus retos y obtienen
resultados espectaculares. Detrás de eso se adivinan preparaciones físicas y
psicológicas especiales. Muchos fracasos de jóvenes que no llegan a cumplir las
expectativas probablemente se deben a un mal manejo del estrés y de la
ansiedad. La ansiedad es una herramienta que bien utilizada es fantástica. Un
deportista que sabe manejar el nivel de activación rinde mucho más que alguien
que no es capaz de activarse. Pero cuando se sobrepasan determinados umbrales
de ansiedad el rendimiento cae en picado.
¿La ansiedad, la depresión, puede inducir a
las drogas como le ocurrió durante una temporada a Andre Agassi según cuenta en
Open?
Es frecuente que gente que está
sometida a una situación de estrés aguda recurra a tóxicos como el cannabis, el
alcohol o la cocaína porque sus efectos atenúan determinados síntomas. La
cocaína combate el cansancio, la angustia. Para la ansiedad, el alcohol es un
buen remedio entre comillas y de hecho, culturalmente se utiliza. Pero de
utilizarlo culturalmente a hacerlo cuando hay un nivel de ansiedad excesivo va
un paso. Los deportistas o mejor dicho, las personas que recurren a estos
tóxicos tienen un mayor riesgo de contraer enfermedades mentales.
Como casos de deportistas con trastornos
bipolares…
Sí, puede ser. Un trastorno bipolar en
una fase de depresión que puede conducir al suicidio. También pueden darse
problemas psicóticos.
¿Es exagerado afirmar que el deporte
profesional genera enfermos?
No, en absoluto. El deporte profesional
y cualquier situación de alto estrés son terrenos abonados para que aparezcan
enfermedades mentales. Las situaciones a las que se expone a gente muy joven
que no ha madurado lo suficiente a menudo desborda su capacidad para aguantar
la presión sin romperse. Las personas somos como los metales, tenemos distintos
grados de resistencia que nos vienen dados genéticamente, por crecimiento,
experiencia o preparación. Hay gente que puede meterse en todos los líos
inimaginables y no va a tener problemas, pero otros, al menor obstáculo se van
a desmontar. Está claro que los deportistas de elite llegan a una edad muy
temprana a lo más importante que van a hacer en su vida.
Y a partir de ahí caen. Cualquier
consejero de felicidad te va a decir que vayas consiguiendo las metas poco a
poco en esta vida y que si quieres ser feliz tengas la capacidad de ir
superándote. El deportista de elite sabe que a los treinta y poco años ya no va
a lograr nada que se le parezca a lo que ha hecho hasta entonces. Algunos,
incluso a los veinte años. Con frecuencia se advierte entre esta gente que no
está preparada para aguantar la presión sintomatología, uso de tóxicos,
psicopatología, enfermedades mentales... Realmente en muchas ocasiones ya no
les queda nada importante que hacer en la vida y son conscientes de ello.
La necesidad de conseguir objetivos
también puede inducir al dopaje. El camino es conocido: persecución, sanciones,
descrédito, depresiones (Frank Vandenbroucke, Marco Pantani).
En este aspecto las situaciones de
castigo a las que tienen que enfrentarse estos deportistas son terribles.
Probablemente es como tiene que ser. Pero si te pones en el papel del chaval
que se dopó con 24 años y que le han expulsado de todo lo que era su vida nos
daremos cuenta de que les conducimos a situaciones muy complicadas. En
psicología básica hay una figura que es la del 'juguete roto'. Estas personas
que han sido las estrellas y que por edad, dopaje u otros motivos escenifican
esa figura no hay forma de recomponerlas. Sus expectativas no van a volver a
cumplirse nunca más en la vida. Encontrar una línea vital que les haga ser
felices es muy pero que muy difícil. Lo normal es que sigan chapoteando en el
barro.
¿Qué es lo que cambiaría del deporte
profesional para evitar casos como los citados?
Es complicado. En el deportista de
elite nos olvidamos de la persona que hay detrás incluso cuando todavía se está
formando. Nos olvidamos de que esa persona tiene unas necesidades psicológicas.
Nos olvidamos de que son jóvenes, de que se les aparta de la familia casi desde
niños. Van a parar a centros de alto rendimiento sin tener la madurez
suficiente. Les quitan todo rastro de afecto y les montan una vida nueva. Eso
no tiene sentido. Llama la atención ver luego que muchos de estos deportistas
llevan siempre a la familia consigo porque es una necesidad. Yo, desde luego,
si tuviera que marcar las estrategias para que todo eso no pasara dejaría que
la gente madurara. A según qué edades no se pueden pedir determinadas cosas
como se hace en el deporte profesional. Habría que dejar a los jóvenes mantener
la red familiar y social. Es una barbaridad que con 18 o 19 años vayan dos
meses por ahí concentrados o de competición en competición y no vean a la
familia. Y desde luego, exigiría que los profesionales que están alrededor de
los deportistas sean capaces de detectar los síntomas de la depresión. No estoy
hablando de poner a un psiquiatra en la cabecera de cada vestuario, pero sí
poner a entrenadores, técnicos, expertos que sean capaces de hablar con el
deportista y con la persona, que hablen de potenciar sus habilidades para
conseguir el máximo, pero no más de lo que pueden llegar a lograr.
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