Los del año pasado no fueron unos Grammys normales. La muerte de Whitney Houston arrancó de cuajo las ganas de reventar hasta la madrugada en una de las fiestas previas a la ceremonia, un accidente en la bañera de su habitación de hotel en Beverly Hills que corrió como la pólvora, obligando a modificar el guión por completo de ese fin de semana grande para la música.
Un año después muchos echan la vista atrás evaluando el impacto que tuvo la muerte de Houston para la industria musical y especialmente para su familia.
La parte obvia fue la súbita venta de discos de la diva negra de la canción tras su muerte por consumo de cocaína y parada cardíaca, que desembocó en su ahogamiento en la bañera del hotel Beverly Hilton de Los Angeles el 11 febrero de 2012. También estaba pendiente su vuelta al cine con «Sparkle», que pasó sin pena ni gloria en Estados Unidos pese a que se adelantó la fecha de estreno para funcionar mejor en taquilla.
Esta semana, el museo Madame Tussauds estrenó cuatro estatuas de cera de la cantante para exhibirlas en Las Vegas, Nueva York, Washington y Los Angeles, además de las menciones que surgieron durante la entrega de los Grammys de ayer domingo.
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Escrito y sacado de Internet por José Manuel Ortigosa Ruiz.
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