Era una
noche pútrida y fría durante el invierno del `92 en Murcia.
Los coches pasaban por
la calle Correos, con sus luces blancas y rojas, dejando una estela de gases y
CO2, de los que propician el cambio climático.
Paul y Lewis paseaban
ajenos a todo cogidos de la mano.
Acababan de salir del
cine Rex, tras ver una peli del magnífico Woody Allen. Como siempre les había
hecho reflexionar sobre la amistad, el amor, el dolor, el sexo y el
psicoanálisis.
No sabían muy bien a
donde dirigir sus pasos antes de llegar a su casa y arrullarse en el sofá el
uno al otro.
A Paul le apetecía ir
de cañas a la plaza más cercana y bulliciosa, pero comprendía que Lewis tenía
frío, y a ella le apetecía más recogerse en su cálida y confortable casa.
Así que tranquilamente
y cediendo Paul un poco decidieron irse a su loft en la
Gran Vía.
Mientras se iban
acercando, ambos notaron algo extraño en la cercanía de su casa..
Coches de policía y de
bomberos rodeaban su calle y se percataron de que algo pasaba, y echaron un
vistazo detenidamente y, oh cielos!!!, su casa estaba ardiendo por los cuatro
costados.
Los dos se apretaron
las manos buscando comprensión mutua.
Todo se había perdido:
sus libros de historia del arte, sus discos de Ray Charles y los Ramones, su
ropa de Adolfo Domínguez y Agata Ruiz de
la Prada. Sus
recuerdos de la India
y Perú.
Allí, solos en medio de
la calle, se miraron a los ojos con sinceridad y ternura y se dieron cuenta ,en
ese momento, que sólo se tenían el uno al otro y la peli de Woody Allen que
acababan de ver.
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