lunes, 29 de octubre de 2012

EN EL RESPLANDOR DE LA NOCHE


Tú que a veces te preguntas, si acaso es honesto ese trabajo que llegáis a realizar, cuando en el resplandor de la noche ves la luna iluminar tú camino, las aguas del mar se han disfrazado de un manto estelar, inigualable sin más, mientras tu viejo lobo de mar, esperas impaciente la llamada de las olas que rugen cuando a pesar de tu voluntad chocan contra las rocas de la costa, postrando tu vida a la mar, alimentando así con nécoras, pulpos y caviar a numerosos gerifaltes de esta sociedad. Pero en donde está la verdadera diferencia social entre unos y otros.

Mientras que, yo me paro a pensar, si es que no hay luz que alumbre el camino de los demás, porque tantas pantallas de ordenadores brillando encendidas a la vez, no sirve de nada, pues, se olvidan de lo esencial, servir por el provecho de las personas, sin explotar a la naturaleza, qué está ,en general, y en especial la humana, al fin y al cabo, y pese a la dura situación mundial que estamos atravesando sirve de pretexto para salirnos con la nuestra y crear más distinción social entre el rico y el pobre. Quizás ahora ya sea el momento de parar tanta corrupción política y empresarial, allá por donde vayamos y nos encontremos. 

Nuestro mundo lo agradecerá, ese cambio mediante actos y no mera palabrería huera. Aunque aún halla cosas que no cambien, es decir, todo aquello que nos ha de pasar y que el destino no quiere hacer por nosotros, tengamos o no, nuestros motivos concienciados en esta vida. La vida es dura a veces y dicen que la justicia es lo único que hay ciego en ella, ni amor, ni amistad, ni nada por el estilo. Aunque hoy día no se puede confiar ya casi ni en esta, puestas las cosas como están. (Dicho popular) 

Pero, a pesar de todo lo mencionado aquí, si hiciéramos algo más por los demás, esto debería ser una señal de que las cosas marcharían como deben marchar, más de lo que lo intentamos porque no basta con poder hay que querer hacer las cosas como Dios manda y dejarse de tantas divagaciones entre nosotros. Así no iríamos sin un rumbo perdido hacia el final de nuestras perecederas vidas tan inmortales en alma y tan débiles en cuerpo ante las cuales, a veces, llegamos a desconfiar, cual brújula de mar.




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