31 de octubre de cualquier año; como cada mañana que antecede al día de todos los santos mi tía, como otros muchos españoles, se dirige a la floristería a encargar un buen ramo de rosas rojas. Las preferidas de mi abuelo Ginés.
Esa mañana recibo en el móvil un mensaje: Basi, te vienes mañana al cementerio de Santa Lucia a “ver” al abuelo? A mi, si queréis que os diga la verdad, no me gustan los cementerios; de hecho creo que hasta ese día no había pisado uno; pero ese día me pilla de aquella manera y le contesto afirmativamente.
Al día siguiente, día de todos los santos, cogemos el Nº 5 que nos deja en Lo Campano, en la explanada del cementerio. El campo santo está abarrotado: gente que va y viene visitando a sus seres queridos: abuelos, padres, hermanos, tíos, familiares todos. Todos llevan flores en las manos y en la cabeza el recuerdo de sus ancestros. Mi tía y Yo pasamos desapercibidos entre tanta gente pero nosotros vamos a lo nuestro, buscamos la tumba de mi abuelo, le ponemos sus rosas en un jarrón que lleva allí tanto tiempo como mi abuelo, “hablamos” un ratico con él y con las mismas nos vamos a coger otra vez el Nº 5 camino de Santa Lucia.
Una vez dicho esto y haber explicado ese día, decir que Yo no hubiera destapado nunca el caso de la memoria histórica. Lo hecho hecho está y más vale olvidarlo pensaba hasta ese día. Más vale no remover la mierda, era mi argumento. Pero cuan equivocado estaba:
Esa noche, todavía día de todos los santos, quedé con un par de amigos de esos de toda la vida; de esos a los que a veces puedes llamar perro judío pero con una sonrisa en los labios; de esos a los que les puedes decir con franqueza lo que piensas de verdad sin tener que sopesar tus palabras. Bueno, pues estábamos con una cerveza en una mano y un pitillo en la otra; hacía un frío de la ostia pero estábamos a gusto hablando de esto y aquello. De repente Javi me pregunta: Basi, qué has hecho hoy? Yo voy y le contesto que he estado en el cementerio con mi tía, poniendo flores en la tumba de mi abuelo Ginés. A continuación, muy hábil él, me pregunta: Y tú qué piensas sobre la ley de memoria histórica? Y Yo le contesto: pues que es mejor dejar las cosas como están y no remover la mierda. No le mentía. Esa era realmente mi opinión hasta aquella noche. Él, mi amigo, me contesta: parece mentira que tú precisamente hoy pienses eso. Tú eres afortunado porque sabes donde está tu abuelo; hoy has podido ir al cementerio a recordarlo, a ponerle unas flores simbólicas y a decirle que todavía te acuerdas de él. Pero párate a pensar cuantas familias no pueden hacer lo que tú has hecho hoy porque no saben donde está realmente el cuerpo de su padre, abuelo, hijo o nieto, porque están en una fosa común junto a otros cuerpos de pobres desgraciados a los que unos u otros les hicieron el “paseíllo”.
Para planteártelo mejor pregúntate : Si tu abuelo estuviera en una fosa común ¿te gustaría que lo desenterraran de la fosa común para ir a ponerle flores en su tumba? Pues eso : Tú mismo.
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