Habitación de LULA. Flexo encendido sobre la mesa. Suena de fondo una canción: “rojitas las orejas” de Fito. LULA está escribiendo un relato sobre su ordenador. Fuma un pitillo, mientras imagina su relato. De vez en cuando bebe un sorbo de Jack Daniel`s.
Su relato empieza de la siguiente manera:
Era un día ventoso y especialmente frío del mes de Septiembre. Inusual para esa época del año.
A Lula le había tocado en su periódico habitual—está subscrito a La Opinión de Murcia los Domingos—en un sorteo dos entrada para ver a los Fito.
Como era un single y estaba sólo en la ciudad—trabaja de terapeuta ocupacional en un centro de rehabilitación para discapacitados psíquicos—decide ir al concierto ya que es su grupo español preferido en ese momento de su vida.
Lula estaba deseando ir al concierto que era al viernes siguiente. Así que transcurre la semana sin más novedades que el ingreso de otro paciente con transtorno bipolar de la personalidad. Un caso habitual, nada del otro mundo, para un curro como el suyo.
El viernes llega inevitablemente después del jueves.
Ese día, el viernes, Lula después del trabajo va a comer a la cantina de la UNED que hay al lado de su centro de rehabilitación.
No come nada especial: un catalán con mucho aceite de oliva—en esa cantina los hacen especialmente buenos ya que el camarero es de Cambrils, una población cercana a Barcelona—
Sin más dilación pide un café y paga la cuenta.
Se va a casa se echa una siesta y se pega una ducha sobre las 19:00 p.m.. El concierto empieza a las 21:30 p.m. pero abren las puertas una hora antes.
Como tiene que recoger las entradas en taquilla decide ir con antelación, para así también pillar un buen sitio en las primeras filas.
Cuando llega hay una pequeña cola para comprar las entradas.
Justo delante de él se encuentra una chica—pelo moreno, piel canela, con una gorra azul en la que por la parte de atrás asoma una coleta dejando ver su sensual nuca un tanto musculosa pero no por ello menos sensual—que aparentemente también va sola al evento.
Echándole un coraje que te cagas, ya que Lula es un poco tímido, y pensándolo después no sabe ni como, le entra a la “tipa” y le pregunta si tiene reservada la entrada.
Esta lo mira así de soslayo y no desagradándole lo que tiene delante le dice que no, aunque la verdad es que a ella también le han tocado dos entradas en el mismo periódico y en el mismo sorteo.
Durante el concierto bailan, hablan, beben y se divierten oyendo tocar a los Fito.
El la coge de la cintura, y ella se deja a pesar de que no se conocen de nada.
El piensa: esta noche mojo.
Ella piensa: cree que me va a follar esta noche, pero lo lleva claro. Por lo menos hoy.
Así que de esa guisa se acabó el concierto y ella se despidió con un beso en la mejilla.
Lula no sabía su nombre, ni su teléfono, ni siquiera su dirección.
Así que a la mañana siguiente Lula cogió su portátil y se fue a la Cortina a buscar sus musas.—el decía de sí mismo que era un chulo-musas.--
Empezó su relato así: A MI DIVA IMAGINARIA; a pesar de que de imaginaria no tenía nada pues la cintura de ella había estado entre sus manos la noche anterior. Y no había sido un sueño ni una fantasía pues tenía como prueba las entradas del concierto cortadas por la línea de puntos.
A Lula no le resultó demasiado difícil continuar la historia que surgió la noche anterior.
Empezó por describirla físicamente:
Era una mujer alta y delgada cimbreante como un junco del Nilo; sus ojos azules destacaban sobre su flequillo moreno al estilo Cleopatra.
Sus pechos eran voluptuosos cual melocotones almibarados y se dejaban adivinar bajo la camiseta de manga corta de color verde pistacho que llevaba puesta bajo un chal negro que le cubría parte de la espalda.
Su trasero, vestía unos vaqueros Levi´s ajustados, eran como dos colinas redondeadas de esas que se divisan en el horizonte tras la ventanilla de un coche en plena autovía.
Sus piernas como dos columnas grecorromanas sostenían perfectamente tal monumento.
Para describir su personalidad necesitó más imaginación:
Se la imaginaba un tanto cortada pero decidida y “echada pa lante” al mismo tiempo pues había aceptado su invitación en apenas dos décimas de segundo.
Era alegre y vital pues habían estado cantando y bailando juntos a pleno pulmón las canciones del Cabrales.
La intuía en un trabajo intelectual pero de cara al público, pues era guapa, dicharachera e inteligente con mucha empatía con los demás.
Quería imaginarla los viernes y los sábados después del curro en alguna discoteca latina de moda bailando cumbias , cha-cha-chas, bachata, rumbas y boleros; y dejando a los tíos babeando por tenerla de pareja y acariciar su cintura y su cuerpo en una canción de salsa o en un tango.
En la cama la imaginaba dulce pero atrevida.
Candorosa pero con iniciativa .
De esas que te dicen al oído en un susurro “cómemelo todo” y tras esas palabras susurradas se abren de piernas mirándote a la cara cándidamente.
Tras ese encuentro sexual completamente virtual Lula se sintió mejor pues su imaginación le había echo estar con ella al menos el tiempo que tardó en describirla física y psicológicamente.
Después de este ejercicio de imaginación, al lado de la playa y del mar Mediterráneo, en la Cortina , Lula fue a tomarse unas cañas para darse un pequeño homenaje
Ese día y a esa hora el chiringuito estaba abarrotado de gente así que tuvo que guardar cola para pedirse su refrigerio. Estaba sudando y necesitaba algo fresco con que mojar su gaznate así que esperó pacientemente a que le llegara su turno.
Justo delante de él se encontraba una chica alta como un junco del Nilo; morena y con la piel canela, cuya cabeza estaba rematada por una coleta que dejaba entrever una nuca musculosa pero no por ello menos sensual. Sería ella? Pensó. Sería su diva imaginaria?.
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