lunes, 5 de noviembre de 2012

DÉJÀ VU.


 Fui  yo quien antes lo vivió. Fui yo quien avisó. Pero te preguntarás que fue lo que pasó. Sí, tú mejor que nadie deberías saberlo. Semanas antes, se encontraban cinco chicos haciendo una sesión de espiritismo. No era nada malo, solo querían hablar con un ser que ya no estaba,  allí, entre ellos. Tras varias horas, encerrados en el sótano de esa casona, todo fue terrorífico y aterrador. La puerta de aquella mansión  apartada en el campo chirriaba, la valla rota cedía y se movía, tus manos temblaban con las mías, pero te sentía. Los perros del vecino aullaban, el viento emitía su vulgar quejido. Tú mejor que nadie lo sabías, todo tenía que terminar en aquel fantasmagórico lugar.

·       ¡Papá no va a regresar! ¡Debes  aprender la lección ya!
De repente tú y yo salimos de aquel lugar que proclamaba a los cuatro vientos que efectivamente algo pasaba.
·    ¡Pero!, los muertos no regresan, ¿verdad?
·    No—te dije.
Tras oír el viento ulular dudaste, me apretaste la mano. Salimos de allí, por la puerta bien alejada de aquella enorme y aislada mansión. Todo era como una pesadilla viviente.
·   Bien te diré que no es bueno jugar a estos juegos, ¡Sabes que los muertos no regresan!
·   ¿Qué irá a pasar?
·   Nada –te dije.
Mientras nos íbamos de aquel lugar en un coche  gris metalizado, con la matrícula embardunada. Tú te tranquilizabas al igual que lo haría más tarde, mi fiel acompañante: “la muerte”. Entonces lo supe, todo lo que pasó fue real. Nosotros huíamos de allí, mientras que ésta, con su particular danza, nos pisaba los talones, los otros chicos corrieron peor suerte, puesto  que murieron en esa morada al desplomárseles el techo y caerles los escombros sobre sus cabezas.
Aquella mansión de extensas dimensiones se hundía estrepitosamente al caerle un rayo que la hizo grujir en dos, en una noche de tormenta. Entonces lo supe tú y yo habíamos pasado la peor noche de nuestras vidas, pero de repente desperté y tú estabas en la habitación de al lado. Yo, por el contrario, estaba con mi pareja, ambos cogidos de la mano nos despertamos en la cama del piso de arriba. Todo había sido un sueño, pero te recordé que nuestro padre  nos dijo que nunca invocáramos a los espíritus, ni tan siquiera en una fiesta de Halloween, tan acogedora, como aterradora: aunque tan solo tú quieras estar siempre al lado de los tuyos, puesto que son cosas en las que nunca debes  de creer.
Una tarde atípica por entonces, en la mansión de campo, te encontrabas  junto a la puerta, parada y yo aun algo sumida en mis pensamientos, allí, junto a mi novio sentí como sopló el viento y poco a poco se ciñó la noche. El viento se coló por la ventana, las luces se apagaron. Todo era lúgubre en aquel lugar, cual sueño empecé a recordar. Pero antes unos amigos  llegaban y llamaban a la puerta, entrando. Cuando de repente una vela negra se encendió, dando pasó a una llamada: fui yo quien avisó.
Los sueños a veces se viven, igual que dicen que viven las almas en pena errantes y solas acechando con sus alaridos a los demás.
Fue un aviso de lo que iba a pasar. Era como un "déjà vu" algo insólito para nunca olvidar. A veces vivimos situaciones de recuerdos ya vividos o tan solo que crees que has vivido. Puesto que todo es posible, sé tu quien construya los cimientos de tu vida y de tu futuro, intenta controlar tu subconsciente aunque no tenga ninguna explicación lógica por la cual aferrarse cuando los problemas te surjan. Y, con todo ello, comprende cada situación de la vida, por muy dura que te resulte de vivir.





                                                 

                                                  

2 comentarios:

  1. Bonita historia que ayuda a entender la importancia de conseguir la fuerza y autonomía necesarias para afrontar las situaciones de la vida.

    Un saludo desde Rey Ardid.

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  2. gracias por vuestro comentario, pues me ha servido de gran apoyo para inspirarme en otras historias. Desde aquí os tendremos en cuenta en futuras ocasiones. Encantados de conoceros. Un beso y saludos.

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