lunes, 12 de noviembre de 2012

NOVIEMBRE SIN VIOLETA



Ella, Violeta, trabajaba en un bar de copas en una ciudad portuaria. Estaba estudiando filología francesa en la UCAM en la capital del reino. Tenía el pelo rojo zanahoria, se lo tintaba una vez cada tres meses, en la peluquería de su barrio. Tenía un cuerpo bonito, pero lo escondía debajo de anchas camisetas y desvencijados pantalones vaqueros. 
Le gustaba su trabajo y se notaba por las anchas sonrisas que dispensaba a sus clientes, fueran de la condición que fuesen, cuando servía las simples cañas frescas o los elaborados gin-tonics.
Por el bar, pues estaba en una calle de moda, pasaban toda clase de gentes, desde abogados que hacían un alto en su trabajo para tomarse un cortado, hasta agentes seguros que quedaban allí para cerrar algún suculento negocio.
Cuando el bar estaba de bote en bote, sobre todo  viernes y sábados, podías ver a Violeta danzando por el interior de la barra con cuatro vasos de tubo en una mano y las pinzas del hielo en la otra, manejándolas como un cirujano su bisturí. En esos momentos no hablaba con nadie, tan solo recibía órdenes:  un brugal-cola, tres vodka con naranja, un sprite sin cubitos… Daba gusto observarla en esos momentos dentro de la barra, pues se movía cual gacela por la sabana africana.
Rafa iba mucho por el bar de Violeta, a pesar de que estábamos a finales casi de octubre  y tenía mucho que estudiar; había empezado teleco en la UPCT y la carrera no era ni mucho menos como el bachiller que había cursado los dos últimos años en los Maristas. Con solo estudiar las dos últimas semanas ya no aprobaba los exámenes en la facultad, sino que requería mucha más dedicación y horas de estudio todos los días.
 Rafa, al contrario que Violeta, era muy tímido y retraído y le costaba trabajo incluso pedir una mahou y mirar a la cara a Violeta cuando ésta le preguntaba qué le ponía.
Rafa llegaba al bar y lo primero que hacía era buscar El País para esconderse entre sus páginas que hablaban de política, de sociedad o de deportes. Allí se pasaba un par de horas sin cruzar una sola palabra con Violeta. Se conformaba con levantar, de vez en cuando, la mirada y observar a Violeta en su quehacer tras la barra.
Tras todo el mes de octubre yendo al bar todos los días, Rafa se planteó ir más allá con Violeta ese primer día de Noviembre y decirle unas palabras para quedar con ella después del trabajo e ir a cenar.
El trayecto desde su casa al bar fue una odisea mental pues Rafa iba dándole vueltas a la cabeza todo el rato pensando e imaginando como entrarle a Violeta. Le digo esto? O mejor esto otro?  Así, mientras cavilaba, llegó al bar y buscó a Viloleta con la mirada pero no la encontró. En su lugar había un maromo de cabeza cortada al cero y ancha barriga al que preguntó por Violeta y éste no supo que contestarle.
Y Rafa decepcionado y cabreado consigo mismo pensó:  y llegó noviembre y noviembre sin Violeta. 


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