4 trucos sencillos para desengancharse del azúcar
Una sesión de deporte larga y poco intensa ayuda. También hacer la compra con el estómago lleno. Cómo engañar a un cuerpo que pide azúcar sin parar
De los dulces se pueden decir bastantes cosas buenas. En general, están riquísimos. Bajo esa denominación extremadamente genérica (“los dulces”) cabe una cantidad casi inabarcable de productos, casi todos maravillosos tanto gustativa como estéticamente: del clásico bollo y las galletas a una ración de tarta o un donut de chocolate, cada variedad tiene su público. Y su temporada: en Semana Santa, torrijas, y en Reyes, roscón; por no hablar de las festividades patronales. Los postres alegran. Representan, además, y puesto que los dulces no crecen en los árboles, la culminación culinaria del ser humano como animal creativo: con un poco de harina, azúcar, mantequilla y alguna cosa más se hacen verdaderas obras de arte.
Pero los dulces también gozan de cierta mala fama, basada, por una parte, en la opinión de que uno puede vivir sin pepitos de crema ni brownies. Algunos lo ven como un signo de debilidad. Por esa razón en una comida de empresa todo el mundo pide de postre café solo. Lo dulce, para muchos, es ñoño, cursi. Cuando ven una película romántica dicen que es “empalagosa”, y seguramente están pensando en un trozo de turrón guirlache. Los amantes de la comida sana tampoco ven con buenos ojos su consumo desmedido, y en este caso no les falta razón. Una ingesta excesiva de azúcar puede ir asociado a problemas de obesidad y enfermedades cardiovasculares, según la OMS.
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Escrito y sacado de Internet por José Manuel Ortigosa Ruiz.
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