Si no habéis leído la primera parte pinchad aquí:
http://smcartagena.blogspot.com.es/2017/05/que-es-la-locura-1-parte.html
Y
ya que estamos envalaos, ¿Por qué no hablar de las contenciones mecánicas y de
las electroconvulsiones? ¿No está la Medicina lo suficientemente avanzada, preguntamos
nosotros, para evitar ambos procederes antediluvianos? Porque para nosotros
utilizar la fuerza contra un paciente es perder la razón y las maneras, lo
prescriba quien lo prescriba. Venga la orden de donde venga. Porque es
indignante, penoso, nos provoca sufrimiento innecesario y se realiza para que
no molestemos más de lo necesario. En esos momentos somos un grano en el culo
del sistema sanitario porque si no no se explican esas prácticas decimonónicas
que utilizan algunos llamados profesionales de la salud mental. Porque la
locura es un estado transitorio al igual que en la mayoría de los casos el paso
por agudos es esporádico, aunque para otros sea recurrente. Haber hay de todo
como es público y notorio. Pero lo dicho, amarrar a alguien porque no se quiera
tomar la medicación o porque no se quiera duchar por las mañanas me parece un
método rastrero por el mero hecho de que los profesionales de la salud mental
en el sistema actual tienen un poder que en otras circunstancias no ostentan
los médicos de otras especialidades.
Porque
y siguiendo con el trato, ¿os habéis planteado que a lo mejor una persona con
malestar psíquico lo único que necesita es a alguien que la escuche?, con su
silencio o con sus palabras de consuelo pero que escuche lo que le pasa en esos
momentos por la cabeza, lo que le atemoriza, lo que le preocupa. Porque en esa
coyuntura lo que necesitamos no es medicación, ni electroconvulsiones, ni
contención mecánica sino alguien que se interese de verdad por lo que nos pasa
y por lo que nos hace sufrir, porque no tengáis duda de que sufrimos. Sufrimos
cuando tenemos que contarle a un
psiquiatra extraño lo que nos pasa cuando estamos ingresados en la Unidad de Agudos, cuando
preferiríamos contárselo al que nos trata habitualmente, que es el que
realmente nos conoce. Sufrimos por nuestros padres y hermanos que padecen la
enfermedad con nosotros, sufrimos porque no sabemos si nos vamos a recuperar
bien de ese brote en el que estamos inmersos, sufrimos hasta cuando estamos
estables porque la enfermedad mental es muy traicionera y nos puede sorprender
en cualquier momento, ya sea estando medicado o sin estarlo, porque vivimos en
el filo de una navaja, bajo la espada de Damocles. Por no decir de lo que
perdemos. Perdemos tener en la mayoría de los casos un trabajo estable que nos
permita realizarnos como personas y poder tener una vida siquiera un poco
digna; perdemos tener en la mayoría de los casos una formación adecuada para
ocupar un puesto acorde con nuestras aptitudes y actitudes; perdemos en la
mayoría de los casos tener un núcleo familiar propio que nos dé cariño,
seguridad y opción de realizarnos en ese ámbito. Perdemos incluso en algunos
casos hasta nuestra capacidad de realizar actos jurídicos por estar tutelados. Así
de claro y así de crudo.
Por
eso y volviendo con lo que comentábamos al principio tenemos que dar al
psicodoliente la oportunidad de elegir lo que quiere hacer con su vida: si
quiere ir a un centro de rehabilitación, si quiere trabajar, si quiere seguir
formándose o darle la oportunidad si está en una fase depresiva de no hacer
nada, de vivir su malestar como ella decida, pero por lo menos darle esa
oportunidad de elegir. Si tanto mira la administración por nosotros que nos dé
esa oportunidad porque para nosotros la locura es eso, la oportunidad de ver la
vida desde otro prisma, desde otro punto de vista a los que los simples
mortales, para su suerte o para su desgracia, no tienen acceso; es como una
puerta de la que solo nosotros, los psicodolientes, tenemos la llave. Ayúdennos
a tenerla cerrada.
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