lunes, 5 de junio de 2017

QUÉ ES LA LOCURA 2ª PARTE

Esta es la segunda parte del texto que leí en las VII jornadas de enfermería de salud mental que se celebró el 19 de mayo del 2017 en el hospital de Santa Lucia de Cartagena.
Si no habéis leído la primera parte pinchad aquí: 
http://smcartagena.blogspot.com.es/2017/05/que-es-la-locura-1-parte.html


            Y ya que estamos envalaos, ¿Por qué no hablar de las contenciones mecánicas y de las electroconvulsiones? ¿No está la Medicina lo suficientemente avanzada, preguntamos nosotros, para evitar ambos procederes antediluvianos? Porque para nosotros utilizar la fuerza contra un paciente es perder la razón y las maneras, lo prescriba quien lo prescriba. Venga la orden de donde venga. Porque es indignante, penoso, nos provoca sufrimiento innecesario y se realiza para que no molestemos más de lo necesario. En esos momentos somos un grano en el culo del sistema sanitario porque si no no se explican esas prácticas decimonónicas que utilizan algunos llamados profesionales de la salud mental. Porque la locura es un estado transitorio al igual que en la mayoría de los casos el paso por agudos es esporádico, aunque para otros sea recurrente. Haber hay de todo como es público y notorio. Pero lo dicho, amarrar a alguien porque no se quiera tomar la medicación o porque no se quiera duchar por las mañanas me parece un método rastrero por el mero hecho de que los profesionales de la salud mental en el sistema actual tienen un poder que en otras circunstancias no ostentan los médicos de otras especialidades.

            Porque y siguiendo con el trato, ¿os habéis planteado que a lo mejor una persona con malestar psíquico lo único que necesita es a alguien que la escuche?, con su silencio o con sus palabras de consuelo pero que escuche lo que le pasa en esos momentos por la cabeza, lo que le atemoriza, lo que le preocupa. Porque en esa coyuntura lo que necesitamos no es medicación, ni electroconvulsiones, ni contención mecánica sino alguien que se interese de verdad por lo que nos pasa y por lo que nos hace sufrir, porque no tengáis duda de que sufrimos. Sufrimos cuando tenemos que  contarle a un psiquiatra extraño lo que nos pasa cuando estamos ingresados en la Unidad de Agudos, cuando preferiríamos contárselo al que nos trata habitualmente, que es el que realmente nos conoce. Sufrimos por nuestros padres y hermanos que padecen la enfermedad con nosotros, sufrimos porque no sabemos si nos vamos a recuperar bien de ese brote en el que estamos inmersos, sufrimos hasta cuando estamos estables porque la enfermedad mental es muy traicionera y nos puede sorprender en cualquier momento, ya sea estando medicado o sin estarlo, porque vivimos en el filo de una navaja, bajo la espada de Damocles. Por no decir de lo que perdemos. Perdemos tener en la mayoría de los casos un trabajo estable que nos permita realizarnos como personas y poder tener una vida siquiera un poco digna; perdemos tener en la mayoría de los casos una formación adecuada para ocupar un puesto acorde con nuestras aptitudes y actitudes; perdemos en la mayoría de los casos tener un núcleo familiar propio que nos dé cariño, seguridad y opción de realizarnos en ese ámbito. Perdemos incluso en algunos casos hasta nuestra capacidad de realizar actos jurídicos por estar tutelados. Así de claro y así de crudo.           
            Por eso y volviendo con lo que comentábamos al principio tenemos que dar al psicodoliente la oportunidad de elegir lo que quiere hacer con su vida: si quiere ir a un centro de rehabilitación, si quiere trabajar, si quiere seguir formándose o darle la oportunidad si está en una fase depresiva de no hacer nada, de vivir su malestar como ella decida, pero por lo menos darle esa oportunidad de elegir. Si tanto mira la administración por nosotros que nos dé esa oportunidad porque para nosotros la locura es eso, la oportunidad de ver la vida desde otro prisma, desde otro punto de vista a los que los simples mortales, para su suerte o para su desgracia, no tienen acceso; es como una puerta de la que solo nosotros, los psicodolientes, tenemos la llave. Ayúdennos a tenerla cerrada. 

                        

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