Aquí os dejo una perla literaria de las mías:
Meter y sacar. Eso es lo que hacía con el paraguas y el paragüero cuando se excitaba.
Eso le pasaba cada vez que Ángela le venía a la mente, que era la mayor parte del día. Carmelo no era correspondido por eso se pasaba la mayor parte del día con el paraguas en la mano y Ángela en la cabeza, en sus fantasías.
El paragüero era antiguo, una pieza de coleccionista que Carmelo consiguió en el rastro una mañana primaveral de domingo, cuando Carmelo fue a Madrid por motivos profesionales. Era gerente de de una franquicia de bares de tapas y quería establecer un bar en la capital.
Ángela por su parte era profesora de francés en un instituto de Cartagena. Por supuesto no tenía ni idea de las fantasías que Carmelo tenía con ella; ni siquiera se imaginaba, ni se le pasaba por la cabeza, lo que él hacía con su paraguas.
Los dos eran de Cartagena y Ángela iba mucho al bar de Carmelo.
Un día lluvioso Ángela fue al bar de tapas donde trabajaba Carmelo y dejó su paraguas en el paragüero del bar.
Ángela iba con unos amigos y tapa a tapa, cerveza a cerveza, se chispó un poco.
En la calle no paraba de llover y cuando Ángela después de pagar cogió el paraguas se equivocó y cogió el de Carmelo.
Al llegar a su casa metió el paraguas en el paragüero que tenía en la entrada de su casa y sin saber por qué no podía dejar de meter el paraguas en el paragüero. Se excitó y volvió al bar en busca de su paraguas.
Al dejar el paraguas Carmelo la vio y le dijo que se había equivocado. En ese momento, los dos excitados, el uno con el paraguas del otro, se miraron a los ojos y por fin surgió el amor.
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