Todos sabemos que los medicamentos,
en la sociedad actual, sirven para calmar, paliar o curar algún dolor, dolencia
o enfermedad. Entonces ¿qué ocurre con los medicamentos psiquiátricos que,
además de no estar demostrado empíricamente sus beneficios (no siempre y en
todos los casos) provocan más perjuicios de los que intentan mitigar? Pues que
estos medicamentos, estas drogas legales (porque provocan adicción y si dejas
de tomarlas producen malestar físico) son un negocio para las farmacéuticas
porque los locos somos un suculento negocio por ser unos “¿enfermos?” crónicos.
Somos un negocio porque representamos el 9% de
la población mundial, y esto solo es la punta del iceberg porque ¿quién no
conoce a alguien que no tome, sin prescripción médica, algún ansiolítico (para
calmar los nervios) o algún hipnótico (porque si no no duermo)? Somos un negocio porque entramos muy jovencicos en los
sistemas de salud y si no tienes suerte puedes estar medicado toda tu vida. Y
eso es una putada por lo que implica: permanencia de un discurso paternalista
en el que solo se informa al paciente, por parte de la mayoría de los psiquiatras, de las veces que te tienes que
tomar la medicación al día y su dosis correcta. En muy pocos casos te informan
(que es un derecho) de los posibles efectos secundarios que tiene en tu cuerpo
y en tu cerebro la química que te prescriben, como si fuera la panacea. Y
encima, cuando ya te has acostumbrado a la medicación te dicen, muy ufanos, que ha
salido un nuevo medicamento y que es mucho mejor que el que tomas actualmente.
Y ¡ala!, como si fueras un conejillo de indias a experimentar en tu cuerpo un
nuevo fármaco que en la mayoría de los casos tiene nuevos efectos secundarios y,
¡oh casualidad!, cuesta 6 veces más que el antiguo. Además te lo venden y
promocionan como si de un nuevo yogurt con propiedades mágicas se tratara.
Vamos como si les fuera la vida en ello, como si además de psiquiatras se
dedicaran al marketing y la publicidad. Y sí, quien está detrás de este
discurso biologicista: las farmacéuticas,
que no olvidemos que son S.A., y ese es el potente discurso que expanden
en la sociedad. Y por supuesto los psiquiatras, que son la mano del sistema,
que validan con su actuación todo este discurso.
El depakine,-- que
solo es un ejemplo de los efectos secundarios graves que provocan estos
medicamentos porque otros de estos
efectos son aceptados como mal menor en base a un probable efecto beneficioso
y terapéutico como la ralentización del
metabolismo que provoca exceso de peso, baja líbido, agitación, somnolencia,
tics nerviosos, acatisia, dolores musculares y un largo etcétera--, ha
provocado en las mujeres embarazadas que lo han tomado, contra la epilepsia y
el trastorno bipolar, un riesgo muy alto de malformaciones en el feto sobre
todo casos de espina bífida, trastornos cardiovasculares o de los órganos
genitales. Y eso que se supone que este medicamento pasó en su momento todos
los controles científicos y sanitarios para ser aprobado y ser lanzado al
mercado.
Joanna Moncrieff
expone todo esto mucho mejor que yo en su libro: “Hablando claro. Una
introducción a los fármacos psiquiátricos.” Desde aquí reclamo
una atención más personal y holística en el trato a las personas con malestar
psíquico porque solo con pastillas no se cura el alma.
Ir a este enlace si queréis leer la noticia:
http://www.laopiniondemurcia.es/comunidad/2018/03/08/conoci-secuelas-depakine-dias-quede/903821.html
Ir a este enlace si queréis leer la noticia:
http://www.laopiniondemurcia.es/comunidad/2018/03/08/conoci-secuelas-depakine-dias-quede/903821.html
BASI JORQUERA
Magnífica reflexión, felicidades.
ResponderEliminarMagnífica reflexión, felicidades.
ResponderEliminarsi es verdad lo que dices y desde la figura del experto por experiencia se intenta remover la conciencia de psiquiatras y farmacéuticas para que no traten nuestra medicalización como un simple negocio.
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