Este
artículo va dirigido a todos los compañeros que han sufrido en sus carnes la
contención mecánica o/y los electroshoks (TEC).
Art.
5 Declaración Universal de los Derechos Humanos:
“Nadie será sometido a torturas ni a penas o
tratos crueles, inhumanos o degradantes”
Si
partimos del hecho de que los artículos de la Declaración Universal
de los Derechos Humanos se formularon para ser cumplidos está claro que las
personas con malestar psíquico no entramos en su ámbito de aplicación porque
todos conocemos personas que han sido violadas en sus derechos, personas que
han sido vulneradas en aspectos tan básicos como la aplicación de la tortura o
trato cruel. Porque no me diréis vosotros que ser atado con correas a una cama
sin poderte rascar, beber agua, cambiar de posición o ir al baño no conculca la
dignidad de las personas. Si todos somos iguales ante la ley por qué a las
personas con malestar psíquico no se le aplica este artículo 5.
¿Tan
distintos somos del resto del mundo? ¿Tan diferentes o peligrosos nos ven que
nos atan y nos aplican corrientes para “calmarnos”?¿No tenemos ya bastante con
sufrir una enfermedad estigmatizadora para que vengan los profesionales de la
salud a ponernos más piedras en el camino?
Lo
que falta en la sanidad española son recursos para la formación del personal (
ATS, auxiliares de clínica, celadores, que son los que viven los ingresos con
nosotros) en la contención verbal en vez de en la mecánica o en la
farmacológica, que son más agresivas para las personas con malestar psíquico.
Porque una palabra de cariño o comprensión en el momento adecuado calma más que cualquier correa o droga
inyectada en vena. Lo que demandamos los pacientes psiquiátricos es que nos
traten igual que al resto de los pacientes ingresados en el hospital; que no
nos quiten los móviles al entrar en planta porque hablar con tu familia cuando
lo necesitas es más terapéutico que cualquier pastilla; que a las mujeres no
les quiten el sujetador alegando que con los aros metálicos se pueden electrocutar
porque se atenta contra su dignidad; que nos permitan entrar en las
habitaciones si nuestra enfermedad nos pide cama; que los psiquiatras, de los
que dependemos para el alta, hablen con nosotros más a menudo; que nos
adviertan de los efectos secundarios de la medicación que nos prescriben y
tengamos libertad para tomarla o no. En fin, tantas y tantas cosas de sentido
común y que no se producen que claman al cielo.
Es
cierto que hemos avanzado mucho en estos últimos años. Las asociaciones en
primera persona están emponderando, visibilizando, a las personas con malestar
psíquico pero la jerarquía en el modelo de salud actual todavía tiene un peso
importante. El poder del profesional con bata blanca todavía impone a muchos
pacientes y sus familias que por falta de conocimientos o por no conocer sus
derechos hacen que lo que diga el psiquiatra “vaya a misa”. Esto ha sido así
durante décadas y el cambio de paradigma no les gusta a sus majestades los
psiquiatras; sobre todo a los de la vieja guardia o los que se han amoldado en
su trabajo y ven peligrar su poder.
Pero
también es verdad que la savia joven está pegando fuerte y los psiquiatras, terapeutas
y enfermeras del siglo XXI tienen más en cuenta las necesidades integrales de
los pacientes y practican una medicina en cierta manera holística. Un ejemplo de ello lo tenemos en
la planta de agudos del hospital de Santa Lucia--Cartagena-- donde la jefa de enfermeras
está implantando la contención verbal en el hacer cotidiano de la planta de
psiquiatría. Un bravo por ella porque no es fácil cambiar hábitos y costumbres
arraigadas durante mucho tiempo en el personal de salud mental y que no habían
sido cuestionadas hasta ahora, como el uso de la contención mecánica.
Dicen
que grano a grano se hace granero y eso es lo que están haciendo muchos
profesionales de la salud mental con su praxis, y las asociaciones en primera
persona tenemos que caminar a su lado porque cambiar mentalidades es muy difícil y sólo juntos podemos hacerlo.
Solo
una cosa más: si tú, que lees este artículo, eres usuario de una red de salud
mental y conoces alguna asociación en primera persona no dudes en asociarte
porque encontrarás personas con tus mismos problemas sí, pero también con tus
mismas inquietudes y está claro que la unión hace la fuerza.
BASI JORQUERA 15-12-2017